Me ha llegado un artículo de un sacerdote en el cual se afirma que es mentir (y por lo tanto, pecado) decirle a los niños que los regalos del día de la Epifanía los traen los Reyes Magos. Pueden leer el artículo AQUÍ (es del año 2015).
Evidentemente el padre no cree en los Reyes Magos. Probablemente me aclararía que sí cree que hayan existido, y que lo que no cree es que sean ellos los que traen los regalos, porque sus papás se los traían, y su hermano lo hacía con sus sobrinos, etc. Pero no es a lo que voy. Lo que digo y sostengo es que no cree que los Reyes Magos sean santos, y que por lo tanto interceden por nosotros, hasta ayudar a conseguir los regalos.
Me veo tentado de suponer que la familia del sacerdote tenía medios económicos suficientes al punto de facilitarse la adquisición de los regalos, y que, tal vez por ello, nunca tomó conciencia de que eran dones de Dios (¿cuántas veces le habrán dado gracias por lo que tienen?); o tal vez, el esfuerzo personal de los padres para adquirir los regalos, los confundió al punto de terminar (sin darse cuenta) dándose gracias a sí mismos y no a Dios). Es cierto que los sacerdotes no tiene hijos y desconocen las dificultades diarias de una familia, y, para el caso que nos ocupa, no tienen idea de lo que cuesta, a veces, conseguir (y dejar durante la noche) los pedidos de los niños. Porque si no es así, no entiendo cómo puede afirmar lo que dice en su artículo.
Para los que somos padres (y más si nuestra economía es ajustada), el día de Reyes siempre resulta una complicación. Pero tales complicaciones, se compensan fácilmente con la Fe. Con mi esposa rezamos a los Reyes Magos para pedirles su auxilio. Y nunca nos han fallado. El que sean “los padres” los que adquieran los regalos y los dejen de noche, no significa que no sean los Reyes quienes hacen el regalos a través nuestro. Estoy seguro de que me acompañan no sólo a adquirirlos, sino a dejarlos de noche en sus zapatos.
¿Qué católico no ha pedido nada a Dios por intercesión de la Virgen y de los Santos? ¿Qué católico no ha dado gracias a la Virgen o al Santo sobre un bien concedido? ¿Tengo que considerar que no son ellos los que nos conceden los dones porque hubo un intersesor terrenal? ¿Acaso, ignoramos que todo viene de Dios a través de María y sus santos y su ángeles?.
El que afirma que miente a sus hijos sobre los Reyes Magos, es porque nunca les rezó para conseguir los regalos. No es mi caso, ni el de mi familia. Mi esposa y yo (y antes mis padres) sabemos perfectamente que los Santos Reyes Magos nos han ayudado. Y por eso, no mentimos al decirles a nuestros hijos que los regalos se los dejaron ellos, tanto como afirmo que la casa que “yo” logré comprar me la regaló San José (sin por ello dejar de dar gracias a quienes me ayudaron en su momento).
Es más, para el caso de que se haya acudido mediante la oración a los Reyes Magos, sería mentirles a los chicos decirles que fueron los padres - intermediarios menores- y obviar totalmente a los Reyes -intermediarios mayores de los dones de Dios. Hablo, repito, de aquellos padres que rezason. No es el caso de aquellos padres ateos (porque no creen en Dios), irreligiosos (porque no rezan), protestantes (porque niegan la intercesión de los santos), en los que es cierto que no son los Reyes Magos (aunque sin duda, los regalos sí vienen de Dios).(No sé en cuál de las categorías encuadra el autor del artículo que criticamos. Espero que sólo un error).
Pongo un ejemplo: Cuando San Juan Bosco se propuso construir una Iglesia, su madre (Mamá Margarita) le preguntó de dónde iba a sacar el dinero. Y Don Bosco le dijo que su Madre (la Virgen) lo tenía en grandes cantidades y que se lo iba a dar. Si siguiéramos el criterio del sacerdote articulista, mentiríamos si dijéramos que la Virgen dio el dinero para la Iglesia. “Hay que ser sinceros, y no podemos mentir porque es pecado: en realidad fueron los donantes”. Absurdo para cualquiera que viva consciente de que todo, absolutamente todo, fue dado por Dios.
Y es que, como los Santos Reyes Magos sí existen (supongo que el sacerdote no cuestionará esta afirmación, que son nombrados en la Santa Biblia, y celebrados en el Canon de los Santos, a pesar de la imagen que colocó al comienzo de su artículo:
Sigo. Cómo los Reyes Magos sí existen, debemos admitir que interceden por nosotros. Y bien pueden dejar sus regalos inesperados si dejamos nuestros zapatos al pie del Pesebre. Somos católicos, no podemos dudar de lo sobrenatural.
Mi padre, con casi 60 años de edad, un 5 de enero a la noche, tuvo la moción de dejar sus zapatos esperando que los Reyes le dejaran algo. No sabía por qué, pero lo hizo. Y efectivamente, al otro día le habían dejado un regalo (con mucho significado para él), que le había mandado un amigo a través de mi madre para que se lo entregara el día de Reyes. Ese hecho tiene mucha más realidad que las supuestas sinceridades de un sacerdote que no ve lo evidente: los Reyes Magos son santos e interceden, sobrenaturalmente, por nosotros.
Alfonso Jesús Vivar
***
Dejo, dos textos que no son míos, sobre el tema. Un texto de de Giovanni Guareschi (el autor de Don Camilo) que, creo, viene al caso. (Aclaro que lo que nosotros festejamos en Reyes, en Italia -supongo por el texto- lo festejan el día de Santa Lucía. Y una poesía del sacerdote uruguayo, Horacio Bojorge.
"(…)
(…) por ejemplo, ¿qué ha sentido cuando un compañero suyo de escuela más malicioso le ha dicho que los regalos del zapatito no se los traía Santa Lucía, sino su mamá?
- Seré sincero – respondí -. Odié a aquel miserable cretino y hasta le di un puñetazo en las narices. Además, me negué a tomar en serio lo que me había dicho. Y aún hoy, a medio siglo de distancia, vuelvo a pensar con inmenso consuelo en las noches de Santa Lucía y en la trepidante espera que me impedía dormirme en seguida, como me sucedía las otras noches. Aún me bate espantosamente el corazón si pienso en mi despertar por la mañana temprano, cuando saltaba de la cama en la gélida habitación para correr a abrir la ventana. Y aún experimento la misma inefable alegría que sentía al retirar del alfeizar mi botita llena de cosas. ¡Qué maravillosa tibieza sentía cuando volvía arrebujarme bajo las cubiertas y vaciaba mi zapatito! Cuando pienso en ello, vuelvo a sentir aún aquella tibieza y vuelvo a aquellos regalillos de poco dinero. Gio’, nuestra reserva espiritual está compuesta de sensaciones confortadoras, ligadas a determinadas de nuestras acciones. Cuando la vida nos parece más dura, amarga, fría, ¡qué consuelo volver a encontrar aquel mórbido y dulce calor que calienta de nuevo nuestro viejo corazón y le devuelve la fuerza y esperanza! Han pasado cincuenta años desde entonces, y en este medio siglo he aprendido una enorme cantidad de cosas feas, pero yo creo aún en Santa lucía y en su asnillo. Una vez, cuando ya había pasado de los treinta y cinco y la noche de santa Lucía tenía que llenar los zapatitos de Albertino y de la Pasionaria, pregunté muy estúpidamente a mi madre cómo conseguía ella entrar en mi habitación, abrir la ventana, llenar mi zapatito de regalos, volver a cerrar la ventana y marcharse sin que yo me diera nunca cuenta. Ella me miró, sorprendida y ofendida, y me respondió secamente:
- ¿Y yo qué tengo que ver? No era yo. Y yo la creí.
La colaboradora familiar rió, divertida.
- Entonces, ¿por qué no prueba usted la noche de Santa Lucía a poner su zapatote en el alfeizar de la ventana?
- Porque tengo miedo.
- Miedo ¿de qué?
- De encontrarlo por la mañana lleno de regalitos.
- ¡Figúrese! –dijo la muchacha, riendo a carcajadas-. ¿Y quién podría llevárselos allí, a su palomar?
- Tu no conoces el carácter de mi madre – expliqué.
- ¡Pero si está muerta desde hace tantos años!
- Precisamente por eso. No existen límites para los muertos. Los muertos llegan a donde quieren.
- ¡No me haga reír! Usted sabe muy bien que encontraría el zapato vacío.
- Peor aún que encontrarlo lleno, porque significaría que no me he comportado bien en estos cincuenta años. (…)."
(“En familia”, Giovanni Guareschi).
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Epifanía
Día de Reyes magos, seis de enero.
De niño es preguntar: ¿Qué me trajeron?
De adulto comprobar: ¿Qué me dejaron?
Y es de viejos, incrédulos y avaros:
sospechar que los Reyes les robaron.
Yo considero estos zapatos míos
y los encuentro llenos de...vacío.
Mas ya sólo tenerlos es regalo,
en los tiempos que corren, nada malo.
Así que: ¡gracias por estos zapatos!
Y mientras me los pongo y me los ato,
descubro otro regalo y me enmimismo:
¿no es don poder calzarse por sí mismo?
Y al ir desenvolviendo reflexiones
crece mi gratitud por tantos dones.
Caigo en la cuenta, con sorpresa mía,
de que es un día de Reyes cada día.
Porque al calzarse cada día los pies,
recibe el hombre, en don, cuanto hace y es.
Y lo que da la vida, aunque parezca malo,
es, bien mirado, todo de regalo.
Encuentro al despertarme... de mi engaño,
que es corona de gracias todo el año.
Y que la Epifanía manifiesta
que toda nuestra vida es día de fiesta.
Que nadie el Don de Dios, por tanto, mida
por los puntos que calza en esta vida.
Cuando regala, Dios tiene por norma
rebosar de abundancia toda horma:
deja lo mismo en la alpargata rota
que en los charoles y en las finas botas.
¿No vale más la vida que el vestido?
Descalzos nacen reyes y mendigos.
Fueron los Reyes Magos los primeros
en saberse, sin Cristo, pordioseros;
y en deponer ante los pies del Niño
su ofrenda de fatiga y de cariño.
Los primeros también que comprendieron
que Tú dejabas a estos hijos ruines
colmados de Jesús los escarpines.
P. Horacio Bojorge