sábado, 31 de diciembre de 2022

La "mentira" de los Reyes Magos

Me ha llegado un artículo de un sacerdote en el cual se afirma que es mentir (y por lo tanto, pecado) decirle a los niños que los regalos del día de la Epifanía los traen los Reyes Magos. Pueden leer el artículo AQUÍ (es del año 2015).


Evidentemente el padre no cree en los Reyes Magos. Probablemente me aclararía que sí cree que hayan existido, y que lo que no cree es que sean ellos los que traen los regalos, porque sus papás se los traían, y su hermano lo hacía con sus sobrinos, etc. Pero no es a lo que voy. Lo que digo y sostengo es que no cree que los Reyes Magos sean santos, y que por lo tanto interceden por nosotros, hasta ayudar a conseguir los regalos.


Me veo tentado de suponer que la familia del sacerdote tenía medios económicos suficientes al punto de facilitarse la adquisición de los regalos, y que, tal vez por ello, nunca tomó conciencia de que eran dones de Dios (¿cuántas veces le habrán dado gracias por lo que tienen?); o tal vez, el esfuerzo personal de los padres para adquirir los regalos, los confundió al punto de terminar (sin darse cuenta) dándose gracias a sí mismos y no a Dios). Es cierto que los sacerdotes no tiene hijos y desconocen las dificultades diarias de una familia, y, para el caso que nos ocupa, no tienen idea de lo que cuesta, a veces, conseguir (y dejar durante la noche) los pedidos de los niños. Porque si no es así, no entiendo cómo puede afirmar lo que dice en su artículo.


Para los que somos padres (y más si nuestra economía es ajustada), el día de Reyes siempre resulta una complicación. Pero tales complicaciones, se compensan fácilmente con la Fe. Con mi esposa rezamos a los Reyes Magos para pedirles su auxilio. Y nunca nos han fallado. El que sean “los padres” los que adquieran los regalos y los dejen de noche, no significa que no sean los Reyes quienes hacen el regalos a través nuestro. Estoy seguro de que me acompañan no sólo a adquirirlos, sino a dejarlos de noche en sus zapatos.


¿Qué católico no ha pedido nada a Dios por intercesión de la Virgen y de los Santos? ¿Qué católico no ha dado gracias a la Virgen o al Santo sobre un bien concedido? ¿Tengo que considerar que no son ellos los que nos conceden los dones porque hubo un intersesor terrenal? ¿Acaso, ignoramos que todo viene de Dios a través de María y sus santos y su ángeles?. 


El que afirma que miente a sus hijos sobre los Reyes Magos, es porque nunca les rezó para conseguir los regalos. No es mi caso, ni el de mi familia. Mi esposa y yo (y antes mis padres) sabemos perfectamente que los Santos Reyes Magos nos han ayudado. Y por eso, no mentimos al decirles a nuestros hijos que los regalos se los dejaron ellos, tanto como afirmo que la casa que “yo” logré comprar me la regaló San José (sin por ello dejar de dar gracias a quienes me ayudaron en su momento). 


Es más, para el caso de que se haya acudido mediante la oración a los Reyes Magos, sería mentirles a los chicos decirles que fueron los padres - intermediarios menores- y obviar totalmente a los Reyes -intermediarios mayores de los dones de Dios. Hablo, repito, de aquellos padres que rezason. No es el caso de aquellos padres ateos (porque no creen en Dios), irreligiosos (porque no rezan), protestantes (porque niegan la intercesión de los santos), en los que es cierto que no son los Reyes Magos (aunque sin duda, los regalos sí vienen de Dios).(No sé en cuál de las categorías encuadra el autor del artículo que criticamos. Espero que sólo un error).


Pongo un ejemplo: Cuando San Juan Bosco se propuso construir una Iglesia, su madre (Mamá Margarita) le preguntó de dónde iba a sacar el dinero. Y Don Bosco le dijo que su Madre (la Virgen) lo tenía en grandes cantidades y que se lo iba a dar. Si siguiéramos el criterio del sacerdote articulista, mentiríamos si dijéramos que la Virgen dio el dinero para la Iglesia. “Hay que ser sinceros, y no podemos mentir porque es pecado: en realidad fueron los donantes”. Absurdo para cualquiera que viva consciente de que todo, absolutamente todo, fue dado por Dios.

Y es que, como los Santos Reyes Magos sí existen (supongo que el sacerdote no cuestionará esta afirmación, que son nombrados en la Santa Biblia, y celebrados en el Canon de los Santos, a pesar de la imagen que colocó al comienzo de su artículo:

 


 

Sigo. Cómo los Reyes Magos sí existen, debemos admitir que interceden por nosotros. Y bien pueden dejar sus regalos inesperados si dejamos nuestros zapatos al pie del Pesebre. Somos católicos, no podemos dudar de lo sobrenatural.


Mi padre, con casi 60 años de edad, un 5 de enero a la noche, tuvo la moción de dejar sus zapatos esperando que los Reyes le dejaran algo. No sabía por qué, pero lo hizo. Y efectivamente, al otro día le habían dejado un regalo (con mucho significado para él), que le había mandado un amigo a través de mi madre para que se lo entregara el día de Reyes. Ese hecho tiene mucha más realidad que las supuestas sinceridades de un sacerdote que no ve lo evidente: los Reyes Magos son santos e interceden, sobrenaturalmente, por nosotros.

 

Alfonso Jesús Vivar

 

***


Dejo, dos textos que no son míos, sobre el tema. Un texto de de Giovanni Guareschi (el autor de Don Camilo) que, creo, viene al caso. (Aclaro que lo que nosotros festejamos en Reyes, en Italia -supongo por el texto- lo festejan el día de Santa Lucía. Y una poesía del sacerdote uruguayo, Horacio Bojorge.


"(…)

(…) por ejemplo, ¿qué ha sentido cuando un compañero suyo de escuela más malicioso le ha dicho que los regalos del zapatito no se los traía Santa Lucía, sino su mamá?

- Seré sincero – respondí -. Odié a aquel miserable cretino y hasta le di un puñetazo en las narices. Además, me negué a tomar en serio lo que me había dicho. Y aún hoy, a medio siglo de distancia, vuelvo a pensar con inmenso consuelo en las noches de Santa Lucía y en la trepidante espera que me impedía dormirme en seguida, como me sucedía las otras noches. Aún me bate espantosamente el corazón si pienso en mi despertar por la mañana temprano, cuando saltaba de la cama en la gélida habitación para correr a abrir la ventana. Y aún experimento la misma inefable alegría que sentía al retirar del alfeizar mi botita llena de cosas. ¡Qué maravillosa tibieza sentía cuando volvía arrebujarme bajo las cubiertas y vaciaba mi zapatito! Cuando pienso en ello, vuelvo a sentir aún aquella tibieza y vuelvo a aquellos regalillos de poco dinero. Gio’, nuestra reserva espiritual está compuesta de sensaciones confortadoras, ligadas a determinadas de nuestras acciones. Cuando la vida nos parece más dura, amarga, fría, ¡qué consuelo volver a encontrar aquel mórbido y dulce calor que calienta de nuevo nuestro viejo corazón y le devuelve la fuerza y esperanza! Han pasado cincuenta años desde entonces, y en este medio siglo he aprendido una enorme cantidad de cosas feas, pero yo creo aún en Santa lucía y en su asnillo. Una vez, cuando ya había pasado de los treinta y cinco y la noche de santa Lucía tenía que llenar los zapatitos de Albertino y de la Pasionaria, pregunté muy estúpidamente a mi madre cómo conseguía ella entrar en mi habitación, abrir la ventana, llenar mi zapatito de regalos, volver a cerrar la ventana y marcharse sin que yo me diera nunca cuenta. Ella me miró, sorprendida y ofendida, y me respondió secamente:

- ¿Y yo qué tengo que ver? No era yo. Y yo la creí.

La colaboradora familiar rió, divertida.

- Entonces, ¿por qué no prueba usted la noche de Santa Lucía a poner su zapatote en el alfeizar de la ventana?

- Porque tengo miedo.

- Miedo ¿de qué?

- De encontrarlo por la mañana lleno de regalitos.

- ¡Figúrese! –dijo la muchacha, riendo a carcajadas-. ¿Y quién podría llevárselos allí, a su palomar?

- Tu no conoces el carácter de mi madre – expliqué.

- ¡Pero si está muerta desde hace tantos años!

- Precisamente por eso. No existen límites para los muertos. Los muertos llegan a donde quieren.

- ¡No me haga reír! Usted sabe muy bien que encontraría el zapato vacío.

- Peor aún que encontrarlo lleno, porque significaría que no me he comportado bien en estos cincuenta años. (…)."

(“En familia”, Giovanni Guareschi).


***

Epifanía

Día de Reyes magos, seis de enero.
De niño es preguntar: ¿Qué me trajeron?
De adulto comprobar: ¿Qué me dejaron?
Y es de viejos, incrédulos y avaros:
sospechar que los Reyes les robaron.

Yo considero estos zapatos míos
y los encuentro llenos de...vacío.
Mas ya sólo tenerlos es regalo,
en los tiempos que corren, nada malo.
Así que: ¡gracias por estos zapatos!

Y mientras me los pongo y me los ato,
descubro otro regalo y me enmimismo:
¿no es don poder calzarse por sí mismo?

Y al ir desenvolviendo reflexiones
crece mi gratitud por tantos dones.
Caigo en la cuenta, con sorpresa mía,
de que es un día de Reyes cada día. 
Porque al calzarse cada día los pies,
recibe el hombre, en don, cuanto hace y es.

Y lo que da la vida, aunque parezca malo,
es, bien mirado, todo de regalo.

Encuentro al despertarme... de mi engaño,
que es corona de gracias todo el año.
Y que la Epifanía manifiesta
que toda nuestra vida es día de fiesta.

Que nadie el Don de Dios, por tanto, mida
por los puntos que calza en esta vida.
Cuando regala, Dios tiene por norma
rebosar de abundancia toda horma:
deja lo mismo en la alpargata rota
que en los charoles y en las finas botas.
¿No vale más la vida que el vestido?
Descalzos nacen reyes y mendigos.

Fueron los Reyes Magos los primeros
en saberse, sin Cristo, pordioseros;
y en deponer ante los pies del Niño
su ofrenda de fatiga y de cariño.

Los primeros también que comprendieron
que Tú dejabas a estos hijos ruines
colmados de Jesús los escarpines. 

                              P. Horacio Bojorge


martes, 10 de mayo de 2022

Los buscadores del Corazón de Jesús - Beato Manuel González




¡Encuentro en el Evangelio tantos modos de buscar al Corazón de Jesús y tan distintos fines en los que lo buscan!

La primera clasificación que salta a la vista es la de los "buenos y malos buscadores de Jesús".

Son buenos buscadores, los que buscan a Jesús para darle algo que le guste a Él u obtener de Él algo de provecho propio; esto es, lo buscan bien los que lo buscan para bien.

Son malos buscadores los que buscan a Jesús para hacerle daño y, si posible fuera, para perderlo; esto es, los que le buscan para mal.

De estos, ¡cuántos descubre el Evangelio! ¡Con cuánta tristeza intercala en la vida de Jesús, desde su infancia, frases como estas: buscaban (los emisarios de Herodes) la vida del Niño, buscándolo (los fariseos o sus secuaces) para atraparlo en su palabra, para prenderlo..., para perderlo..., para matarlo... (1). ¿Qué misterio de iniquidad y de incomprensión! ¡Cuánto buscar a Jesús, al siempre buenísimo Jesús para quitarlo de en medio!

¡Con cuánta pena ha tenido que decir a sus malos buscadores: me buscaréis y no me hallaréis! (2)

¡Cuánto harían sufrir, y estarán haciendo sufrir al Corazón de Jesús esos malos buscadores aferrados con obstinado y diabólico empeño en buscar sus manos para traspasarlas con clavos, su boca para amargarla con hieles, su cabeza para coronarla burlescamente con espinas, su palabra para atraparlo en embustes, su cara para abofetearla, su Corazón para atravesarlo, su nombre para raerlo de sobre la haz de la tierra! ¡Él, todo amor, odiado a muerte, a exterminio! ¡Y no una vez en su vida mortal, sino muchas, constantemente en su vida mortal y en la eucarística! ¡Qué misterio de dolor para Él y de dureza de corazón y ceguera de cabeza de los hombres!

Pero aun entre los mismos buenos buscadores, ¡qué pocos del todo buenos y rectos buscadores!, es decir ¡qué pocos buscadores de "sólo su Corazón"!

Me explicaré:

Veo en el Evangelio a unos buscar la "mano" de Jesús, como los que le pedían que la posara sobre sus cabezas o sus ojos o sus dolencias para que los curara; veo a tros buscar el "prestigio" de Jesús como sus paisanos de Nazaret pidiéndole prodigios para no ser menos que los de Cafarnaum; veo a éstos buscar el "poder" de Jesús para recrearse en el espectáculo de grandes milagros, como los curiosos que se le acercaban diciéndole: queremos verte hacer un milagro; veo a aquellos buscar los "dineros" de Jesús para robárselos como Judas, pero ¡a qué pocos veo buscando su Corazón!, ¡sólo su Corazón!

 

LOS BUENOS BUSCADORES

Los que buscan sólo su Corazón

¡Qué poquitos son! Los que buscan a Jesús más que por lo que da o promete, por lo bueno que es, por lo que se merece ser buscado, es decir, por lo que es Él, ¡por su Corazón!, ¡en qué escaso número se encuentran en el Evangelio! ¡Somos los hombres tan indigentes en nuestro ser y tan interesados en nuestro querer!

Pero aunque en corto número, en el Evangelio se encuentran, para gloria de Dios y honor del género humano, buscadores constantes, invariables, enloquecidos, si vale decirlo así, de su Corazón.

 

Los tres buscadores del Corazón de Jesús

Y con más propiedad diría tres tipos de buscadores con sus características muy marcadas que son: el grupo de las Marías, Juan Evangelista y la Madre de Jesús.

A este grupo no se le conoce en el Evangelio más que una ocupación para su vida y una sola dirección para sus pasos, sus miradas y sus anhelos; a saber: buscar el Corazón de Jesús, pero cada uno a su modo.

Dejo para más adelante presentaros el modod que cada uno tiene de buscar al Corazón de Jesús; conténtome ahora con presentaros un solo cuadro en el que todos y solamente ellos, aparecen absorbidos por esa preciosa ocupación. 

 

Las horas del Sacrificio

"Muchos son, dice el autor de la Imitación, los que siguen a Jesús hasta partir el pan, hasta la mesa; pocos los que llegan con Él hasta beber el cáliz de la Pasión".

Es decir, muchos son los seguidores y enamorados de las dádivas y regalos de Jesús; pero pocos los de verdad enamorados de su Corazón, y menos aún en la hora de su sacrificio.

Poned un momento vuestros ojos en la cima del calvario en la hora de la crucifixión de Jesús. ¿Qué da allí Jesús?

Allí no hay multiplicación de panes ni peces, no hay curaciones milagrosas de ciegos y tullidos, no hay caricias para niños ni consuelos para los que lloran..., allí no hay más que una vida que se extingue, unos ojos vidriosos que se cierran, unas heridas que manan sangre, una boca cárdena que se reseca, unos miembros que se contraen, un amor infinito que se deshace en un infinito dolor y, cuando la vida se extingue del todo, queda de cuerpo presente un pecho abierto y un Corazón traspasado por la lanza de un soldado.

¿Quién está con Jesús en esa hora?

Responde el Evangelio: Estaban junto a la Cruz María la Madre de Jesús, Juan el discipulo a quien Jesús amaba y las Marías. (3)

¡Estas son las almas que buscan a Jesús crucificado! , dirá poco después un ángel a una de ellas, que buscáis a Jesús cricificado. (4)

Esas son las buenas, las óptimas buscadoras de Jesús; las que sólo buscan su Corazón, para, con Él y como Él, amar padeciendo o gozando, trabajando o descansando, muriendo o resucitando...

 

                                                                            Beato Manuel González 

 

"Así ama Él", Editorial El Granito de Arena, 2018, páginas 26-30.

(1) Mt 2, 20.

(2) Jn 7, 34-36.

(3) Jn 19, 25.

(4) Mc 16,6.

jueves, 24 de marzo de 2022

Padre Nitoglia: LA CUESTIÓN UCRANIANA

 Nota: obtuvimos el texto de la página Non Possumus (Aquí). Pero lo publicamos aquí, porque estaba mezclado con otra noticia, y distraía la atención sobre lo que se hablaba. 

Padre Nitoglia: LA CUESTIÓN UCRANIANA - 1
 
    Publicado el 5 de marzo de 2022
 
(Extracto)
 
Prólogo
 
Muchos expertos en geopolítica han escrito o realizado varios vídeos/conferencias interesantes, en los que han explicado -mucho mejor que yo- las razones por las que no toda la culpa de la actual guerra ruso/ucraniana recaería sobre Putin.
 
En este artículo trato de resumir brevemente las razones que llevaron a Rusia a impedir que la OTAN (impulsada por EE.UU.) entrara en Ucrania y luego atacara a la propia Rusia.
 
En primer lugar, daré los principios de la recta filosofía y la sana teología sobre la cuestión de la guerra justa, para permitir que el lector se forme una opinión sobre si esta guerra es justa o no.
 
*
 
I Parte
 
La teoría
 
 *
 
 ¿Es la GUERRA de Putin una guerra JUSTA?
 
1°) la primera condición para que una guerra se llame justa es que sea de un Estado contra otro Estado; 2°) también es necesario que se hayan agotado todas las vías para llegar a una solución pacífica del conflicto y 3°) que exista una causa justa, es decir una culpa proporcionalmente grave y responsable a corregir; 4º) finalmente, que haya una obstinada voluntad de no querer reparar el mal hecho por parte del Estado agresor, lo que hace indispensable una reacción tan grave como la guerra por parte del Estado agredido.
 
    Agustín de Hipona sentó las primeras bases para la solución del problema de la guerra justa. El santo enseñó que el final de cualquier guerra es la paz. Además, esbozó la teoría de las tres condiciones para que se produzca una guerra justa: 1ª) debe ser declarada por la autoridad competente. 2ª) Quien es atacado debe haber incurrido en una culpa a ser castigada. 3ª) La guerra debe hacerse no por odio, sino para evitar un mal mayor y obtener un bien.
 
    S. Tomás perfeccionó estas bases agustinianas en la Suma teológica (II-II, q. 29). El Angélico explica: “Se requiere justa causa, de modo que quienes son agredidos lo merezcan por cierta falta grave. […]. Si una nación ha sido negligente en castigar el mal hecho por uno de sus miembros, o en devolver lo injustamente robado por uno de sus ciudadanos, es una falta contra la justicia que puede ser castigada por la nación ofendida”.
 
Por tanto, una guerra de expansión o de conquista es una agresión injusta, mientras que una guerra de autodefensa es justa. En resumen, lo que hace justa la guerra es la legítima defensa (como en el individuo): vim vi repellere lice. [Es lícito repeler la violencia con la violencia. Nota de NP]
 
Puede darse el caso de una guerra aparentemente ofensiva, pero realmente defensiva, como cuando, por ejemplo, una guerra "ofensiva" está motivada por una falta contra la ley cometida por el Estado atacante.
 
“En efecto, un Estado que permitiera que se cometieran impunemente todas las injusticias posibles, iría inevitablemente hacia la decadencia y la desintegración, y esto sería un mal mayor que todos los males que le acarrearía una guerra”.
 
Sin embargo, si el Estado agresor quisiera rebasar, en la represión, los límites de la culpa cometida e infligir un castigo desproporcionado , la guerra que inicialmente era justa se convertiría en injusta.
 
Por tanto, “en la lucha hay reglas de justicia y de moralidad natural que no se pueden soslayar. Por lo tanto, no podrás golpear a un enemigo desarmado que se rinda; más aún si está herido”. Así que no todo es necesariamente justo en una guerra justa.
 
 
La " justa vindicatio "
 
El P. Antonio Royo Marín escribió: “La vindicación tiene por objeto castigar al malhechor por el pecado que ha cometido. A esta virtud se oponen dos vicios: uno por exceso, la crueldad , y otro por defecto, la excesiva indulgencia , que puede motivar al culpable a continuar con sus malas acciones”.
 
Cita la Suma Teológica de Santo Tomás, que explica que el instinto de vengar un mal, como movimiento de repulsión hacia él, es bueno; por tanto, es justa la vindicta que quiere reparar el orden violado por el ofensor haciendo el mal, y enmendar al culpable. Debe precisarse que el elemento primario del castigo es vindicativo (restaurar el orden y castigar el mal); mientras que la secundaria es medicinal (ayudar al culpable a redimirse). En cambio, hoy el castigo es visto sólo como una medicina y se ignora su lado aflictivo, correctivo, restaurador o "vindicativo".
 
Así la venganza es el acto de redención o liberación; y el vindicador o vengador es el que redime o libera al oprimido y castiga al injusto agresor , para poder luego también enmendarlo.
 
Conclusiones sobre la guerra.
 
Hablando de guerra, hay que evitar dos extremos: el error por exceso y el error por defecto.
 
a) Error por exceso
 
El darwinismo político aplica el principio de supervivencia del más fuerte a los pueblos. Los pueblos nacieron para luchar entre sí y hacer prevalecer al más fuerte sobre el más débil.
Además, la filosofía política, con Maquiavelo y Nietzsche y los adoradores de la razón de Estado, los partidarios de la teoría del superhombre y del super/Estado o super/raza ensalzan la fuerza como único fundamento de las relaciones entre Estados.
 
b) Error por defecto
 
La guerra siempre es ilícita. El humanitarismo, el filantropismo, la globalización, el mundialismo, no quieren que existan divisiones nacionales para dar a los pueblos la "paz" perpetua soñada también por Kant. Los pacifistas siguen a estos "idealistas" y filántropos, y a los "Cristianos por la paz", quienes, apoyándose erróneamente en algunos pasajes del Evangelio mal interpretados, concluyen que la guerra es siempre inmoral.
 
c) Coctrina Católica
 
En medio y cumbre entre estos dos errores la doctrina católica se eleva entre dos barrancos.
 
Siempre ha considerado la guerra como un flagelo y por ello ha tratado de hacerla lo menos inhumana posible. En la base de la concepción católica de la guerra está el Dogma del Pecado Original que empuja al hombre a la violencia, a los instintos brutales, al orgullo y a la voluntad de poder.
 
La paz es, por tanto, un bien que hay que mantener si es posible. Pero no es un bien que deba ser conservado a toda costa con el sacrificio del derecho y la justicia que más bien hay que defender. El uso de la fuerza y ​​la guerra tienen por objeto la paz, el orden de la sociedad civil, y pueden ser utilizados contra los perturbadores. La doctrina católica es pacífica pero no pacifista, es humana pero no humanitaria.
 
Esta aprobación de principios del uso de la fuerza no es contraria a las enseñanzas del Evangelio. En efecto, "el Evangelio es un código de vida dictado para la santificación de la persona, a quien se dirige el consejo de la no resistencia al mal [...] Los mismos preceptos y consejos no pueden trasladarse a la vida colectiva, sin la consiguiente impunidad de los malvados y desintegración social".
 
Una objeción : guerra total o nuclear
 
La guerra moderna, total o mundial, que implicaría a toda la nación en hostilidades, incluidos los inocentes, las mujeres, los ancianos y los niños, ¿hace nula la distinción entre guerra justa o defensiva e injusta u ofensiva?
 
Acreditados teólogos católicos replican que la guerra defensiva es siempre un acto lícito y justo, ya que la ley permite al Estado injustamente atacado ejercer la facultad natural de legítima defensa, rechazando la fuerza por la fuerza ( vim vi repellere licet ).
 
Escribe el padre Angelo Brucculeri: «No todos consentirán ciertamente en esa otra actitud de pensamiento, que afirma que en el presente la guerra es siempre ilícita. El 19 de octubre de 1931, algunos teólogos llegaron a la siguiente conclusión: “La guerra moderna no podía ser un procedimiento legítimo. Ya que ella, por su técnica, genera tantas ruinas materiales, espirituales, individuales, familiares, sociales, religiosas, y se convierte en una calamidad mundial tal, que deja de ser un medio proporcionado al fin, esto es: el establecimiento de una sociedad más orden humano y paz”. Según estos teólogos, la guerra moderna parece siempre ilícita. ¿Qué hay que responder? [...] Si con estas proposiciones se quiere decir que el estallido de una guerra nunca puede ser lícito en nuestros días, no podemos aceptar una tesis así de absoluta. En la civilización actual todavía es concebible que un Estado esté obligado a una guerra justa, incluso si es una guerra de exterminio. Por lo tanto, no se puede argumentar absolutamente que la guerra en nuestros días es siempre ilícita . Podemos -aún hoy- suponer que un Estado, por ejemplo el soviet, hace la guerra con la intención expresa de destruir los principios jurídicos y morales de nuestra cultura cristiana; uno tiene entonces el deber de afrontar todos los males de la guerra, que son siempre inferiores a la ruina de la civilización cristiana. […] Ha surgido un nuevo problema sobre el uso de armas atómicas. Algunos moralistas piensan que no se puede condenar absolutamente el uso de la bomba atómica, ya que es un medio seguro y rápido de destruir las fuerzas militares y económicas del enemigo y de persuadirlo de que ponga fin al enfrentamiento armado. La muerte de tantas personas inocentes estaría justificada por las mismas razones con las que se justificaría si se produce por otras armas. Otros toman un camino intermedio, haciendo una discriminación basada en las circunstancias y objetivos del ataque con bomba atómica: una cosa sería, por ejemplo, usar esas armas contra equipos enemigos en mar abierto, otra cosa sería usarlas contra grandes centros industriales o habitados”.
 
Fin de la guerra: paz
 
    S. Tomás afirma que "incluso aquellos que hacen la guerra deben hacerla sólo en vistas de la paz".
 
Por eso es de suma importancia, cuando se declara la guerra, que termine como le conviene, es decir con una paz honorable , que armonice las voluntades de los estados ya opuestos entre sí. De lo contrario, la guerra no terminaría realmente y sólo nos prepararíamos para comenzar de nuevo (como sucedió con la Segunda Guerra Mundial después del inequitativo pacto de "paz" de Versalles que "terminó" con la primera).
 
También es peligroso e inconveniente exigir la rendición incondicional, en lugar de tratar de pedir una rendición honorable , ya que frente a la rendición incondicional, a menudo uno se ve obligado a resistir incondicionalmente.
 
*
 
Parte II
 
La actualidad
 
*
 
 Las guerras de la OTAN desde 1991 hasta hoy
 
La OTAN bombardeó la antigua Yugoslavia en 1991, causando cientos de miles de muertos. En 1999, también la OTAN, participó en la guerra de Kosovo. En 2011, la OTAN volvió a liderar una intervención militar internacional en Libia, creando una desestabilización que aún perdura. En el mismo 2011, la OTAN volvió a apoyar a Isis para devastar Siria, provocando más de medio millón de muertos. En 2014, la OTAN volvió a liderar un golpe de estado en Ucrania, que inició una guerra civil progresiva que nunca se ha detenido y que condujo a la guerra actual (2022). En 2015, la OTAN volvió a apoyar la guerra contra Yemen protagonizada y liderada por Arabia Saudí, con cientos de miles de víctimas.
 
Partiendo de Palestina (1948) llegando a Rusia (2022)
 
Estudiar la cuestión de Oriente Próximo y Medio -empezando por Palestina (1948), Irak (1990/2003), la "Revolución Naranja" en Chechenia (1990), las "Primaveras Árabes" en Egipto, Libia y Túnez (2011) y especialmente en Siria (marzo de 2011)- se puede ver que el "Nuevo Orden Mundial", a estas alturas (Ucrania 2022), está lanzando el último asalto a esa porción del mundo que aún no ha sido absorbida por la órbita atlántico-norteamericanista, que no ha conocido la revolución ilustrada (siglo XVIII) y nihilista (siglo XX) en su más alto grado, como en Occidente y en la Vieja Europa norteamericanizada en 1968.
 
Agresión ideológica contra Rusia en 2014
 
En enero de 2014 hubo un ataque "ideológico" de Occidente, durante los Juegos Olímpicos de Rusia, contra Putin porque era contrario al principio de las uniones homosexuales públicas legalizadas y a la pedofilia, principio que prevé un curso de "sexualidad occidental". educación" para niños de 4 años, que deben asistir a los jardines de infancia estatales y en la que también se inician en la práctica de la la masturbación en solitario y en compañía incluso con niños del mismo sexo de apenas cuatro años: un curso de "depravación" que desde 2010 partiendo de Munich (en Alemania) está llegando a 53 países europeos. Putin no se dio por vencido. Luego, en febrero de 2022 pasamos a la segunda fase: el ataque físico y militar desde el interior, forjado por EE.UU., provocando a Rusia, para que su eventual reacción sea vista como una agresión que permita justificar una guerra contra ella. 
 
2008 y 2014 la revolución "ucraniana"
 
Antes de la “Revolución Ucraniana” (2008) todos los antiglobalistas tenían claro el plan neoconservador de EEUU de atacar a Siria como trampolín para invadir Líbano e Irán y así cercar a Rusia y contener a China . Por lo tanto, me parece que la reacción de Rusia en febrero de 2022 es una guerra defensiva y no ofensiva.
 
De hecho, la Rusia de Putin por razones de supervivencia geopolítica no podía permitir que EEUU extendiera su poder hasta sus fronteras (Irán, Afganistán, Pakistán y más aún en Ucrania tras haber "ocupado" los países del antiguo Pacto de Varsovia), además, por razones económicas, a China no le gustó esta expansión atlántica en el Medio Oriente asiático y, por lo tanto, los dos gigantes ruso y chino se alinearon junto a Siria e Irán y hasta ahora han impedido su invasión.
 
Ahora bien, ya en febrero de 2014 había sucedido algo nuevo en Ucrania: una nueva Revolución “espontánea” en las fronteras con Rusia. En ese momento, Ucrania ya estaba pidiendo entrar en Europa, unirse a la OTAN y separarse de Rusia.
 
Esta fue otra revolución globalista financiada y apoyada explícitamente por los EE. UU. y la UE. Revolución bien pensada, bien preparada en la que repasamos un guion ya conocido, como el que se llevó a cabo en Egipto, Túnez, Libia y Siria: francotiradores armados en los techos disparando contra la multitud, los medios de comunicación occidentales los acusan de ser soldados rusos mientras se establece que son guerrilleros chechenos qaidistas-jiadistas y mercenarios a sueldo del "Tío Sam", que regresan al asalto en Ucrania y Crimea tras la derrota de 1990 en Chechenia.
 
Matteo D'Amico escribe acertadamente: "El movimiento de Putin [febrero de 2022] no es ofensivo, es defensivo: la búsqueda de esa profundidad estratégica que frena la tentación estadounidense de lanzar un primer ataque nuclear contra las estructuras militares rusas" (La batalla de el oso en @matteodamico).
 
De hecho, si la OTAN, después de haber tomado posesión de todos los países del antiguo Pacto de Varsovia, hubiera entrado también en Ucrania, habría podido llegar hasta el corazón de Rusia.
 
No quiero decir que Putin sea la Inmaculada Concepción, ni que los rusos son todos totalmente buenos y los "occidentales-atlánticos" ["atlántico" es un termino usado para referirse a los miembros y aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Nota de NP]  son todos y totalmente malos, pero es innegable que Putin defendió a su patria de una agresión injusta que ya había comenzado con la caída del Muro de Berlín y que luego, desde Alemania Oriental, avanzó por la Europa del Pacto de Varsovia hasta llegar a Ucrania para luego llegar hasta Moscú.
 
Finalmente llegamos al titánico y global choque entre el gigante atlántico USA-Australia-UK más la UE (esta última utilizada como base aérea pronorteamericana para los suministros necesarios, dada la distancia entre Occidente y Oriente) con el Euroasiático (Rusia y China).
 
En resumen, estamos presenciando el último acto del drama del "Terror Infinito" (iniciado en Irak en 1991) de la globalización mundialista, del que debe surgir el "Nuevo Orden Mundial" sionista-estadounidense o producirse la desaparición de la primacía hegemónica que ha desempeñado -sobre todo desde la Primera Guerra Mundial hasta ahora- en la escena de este mundo.
 
¿Cómo terminará? Sólo podemos prever un muy probable conflicto universal y nuclear que comenzó (quizá) en febrero de 2022.
 
Padre Curzio Nitoglia

sábado, 5 de marzo de 2022

Aclaraciones sobre el "Nacionalismo" - P Leonardo Castellani



 Dejamos a continuación un texto del P. Leonardo Castellani, publicado recientemente en "La otra Argentina" (Editorial Vórtice), que, creemos, puede ayudar a comprender qué es lo que entiende un nacionalista católico argentino por "nacionalismo". La aclaración es pertinente porque, al no denifir qué es, se han generado discusiones absurdas por estar hablando de cosas distintas pero con el mismo nombre. (Mal haría un argentino en tildar de estafador a un español por tener un "curro". En España "curro" significa "trabajo". En Argentina, "estafa"). Los remarcados en color, nos pertenecen.

 

 Nacionalismo e internacionalismo

Ese fenómeno actual del nacionalismo, que entre nosotros tuvo su avatar, siquier efímero o informe, merece un poco de elemental definición filosófica o sociológica: porque la palabra se está yendo al equívoco o a la confusión; y por otra parte, hay quienes cargan al pobre nacionalismo argentino más de lo que él merece. Cuando chicos nos enseñaban a huir de las “malas palabras”. Las malas palabras del adulto son las palabras ambiguas, las malditas palabras confusas.

Si se define al nacionalismo como “amor a la patria”; evidentemente eso es inobjetable, pues es una virtud, con tal que se entienda bien patria (las cosas paternas) y amor (inclinación racional). Si se define como “idolatría salvaje e irracional de lo propio”, como los diversos racismos o imperalismos que hemos conocido, eso es, también evidentemente, reprobable; pues consiste en la aplicación viciosa a una cosa creada de los sentimientos absolutos que rectamente sólo pueden tener por mira lo divino.

Eso ha sido condenado entre nosotros por los obispos con el nombre de “ultranacionalismo” en 1949; y con el nombre simple de “nacionalismo” es acremente combatido en la actual literatura europea; por Wells por ejemplo, que lo identifica con el nacionalismo alemán; o por Huxley, que lo extiende a todo amor exagerado de patria en detrimento o con exclusión del amor debido a todos los hombres; con tal pasión y aun manía que parece por momentos incluso el legítimo amor a la patria; del cual es una exageración viciosa - que puede ser o ridícula o herejemente viciosa- el “patrioterismo”, que él, con razón, aborrece.

Lo que entre nosotros hubo (y seguirá habiendo sin duda) no es ninguna de estas dos cosas, aunque haya tenido puntas de las dos. En realidad ha sido un fenómeno un poco informe, una mezcla no fundida de elementos heterogéneos (políticos, religiosos, sociológicos, radicales, conservadores, sindicalistas, maurrasianos, musolinianos, hispanófilos) que tornasolan desde Martín Fierro hasta Goebbels, atados con un nexo flojo: y cuyo núcleo defendible no llegó a la autoexpresión adecuada. Pero merece respeto; aunque más no sea que por haber tenido sus mártires – y también sus “aprovechadores”.

Si se define nacionalismo como “movimiento que resiste al movimiento actual del internacionalismo”, la definición aunque negativa es precisa. Ahora bien, el internacionalismo actual es un ideal – y como veremos, un ideal religioso; el nacionalismo es una realidad, y una realidad natural. Y por tanto la definición es positiva en realidad; lo que es negativo es el internacionalismo, el cual niega o rechaza la realidad de las nacionalidades existentes en pro de una futura (a edificar) Supresión de Fronteras y Confederación de Naciones -o como la llama Wells, el Estado Mundial, “The World State”.

Tomemos como ejemplo este escritor popular inglés que es uno de los más conocidos doctores, cantores y podríamos decir “sacerdotes" de la super-confederación por venir. En una buena veintena de libros de tipo “Utopía” (de los cuales se tradujeron entre nosotros El salvamento de la Civilización, El Nuevo Orden del mundo, Una utopia moderna, La Traza de las Cosas por venir, y quizá algún otro) Wells propuso con una facundia asombrosa una serie variada de programas para arreglar el universo; diversos y aun contradictorios en apariencia, pero cuyo objetivo es invariablemente ese paradisíaco Estado Universal, que es la profunda Fe y el venerado Dogma del novelista. 

No varía el fin de Wells sino los medios, y también el clima emocional (desde el optimismo exaltado del Anticipations de 1900 hasta la depresión furiosa de Mind at the End of its Tether de 1945) a medida que las circunstancias y los sucesos varían; a los cuales él cree dominar con su mente especulativa (compuesta como en todo empirista de puras impresiones) cuando en realidad está metida adentro y es arrastrada por ellos. Sus mismas 18 novelas julioverniavas, que es lo mejor que ha escrito, están dentro de esta filosofía o mejor dicho, teología de Wells; y son a manera de pesadillas producidas por la angustia religiosa —con un despertar milenarista enteramente utópico. 

La teología de Wells es simple y sumaria; digamos (sin intención condenatoria) plebeya; a saber: el hombre es naturalmente bueno, todos los vicios de la humanidad vienen de afuera no de adentro, lo que falta en el mundo es educación; y el remedio de todo (que viene infaliblemente) es un Estado Universal socialista, una Buena Educación Forzosa (cosa contradictoria en sus términos) y una Nueva Religión simplificada y enteramente pura (cosa que es también contradictoria, si se mira bien, porque toda religión existe en función del pecado), la cual Wells describe al final de su morruda Silueta de la Historia del Mundo

Esta Silueta de la Historia del Mundo, de unas 1.200 páginas y que debe tener ahora como unas 50 ediciones, es la obra más clara y característica de Wells como profeta de la Nueva Religión; o sea del “ataque moderno” contra el Catolicismo. Uno puede tomarla a chacota, porque en realidad el libro es pintoresco con su cantidad de gazapos y simplezas (que Belloc se divirtió en cazar) y sus simplificaciones más que atrevidas, novelísticas: Anzoátegui la llamaría “la Catedral del Macaneo”. Pero en realidad esto no es una Historia sino un sermón; y desde ese respecto, sí que es interesante. 

Wells no hizo ese enorme trabajo de lectura, erudición y novelística sino para fundamentar su último capítulo XL, “El próximo estadio de la Historia”, o sea para profetizar, definir y conminar teológicamente. Todo el resto es “Enciclopedia Británica” informada por una wellsiana filosofía de la historia tan sumaria como su teología; a saber: todo el movimiento de la historia humana se parece a una doble vertiente al revés, no en forma de E sino en forma de V; y el turning-point de esa bajada, seguida de una irresistible elevación, es el Protestantismo, singularmente el protestantismo inglés: es decir “la liberación del pensamiento humano” (pág. 1095) como dice él, y decían los hombres de la Filosofía de las Luces; con cuya escuela, a través de Gibbons, se conecta simplemente. 

Lo que hay en Wells y no hay en Gibbons, en Voltaire o en Kant, es el espíritu religioso y aun bíblico viejo-testamentario de que él no parece muy consciente; pero es ciertamente un “herétic”, como lo clasificó Chesterton. Es un hombre anticatólico y aun anticristiano, pero salvajemente religioso; es decir, emocionalmente religioso: su devoción enternece... y asusta. Y es que el ideal del internacionalismo es, como dijimos, específicamente religioso. 

¿Por qué hablar ya de este libro, que en Inglaterra ha sido severamente atajado y aun (científicamente) hecho trizas? Pues simplemente porque aquí fue traducido y volcado sobre un público enteramente vulnerable e indefenso; y su crítica no fue divulgada. (El serio problema argentino del libro-lucro: la irresponsabilidad editorial.) ¿Qué defensas tenemos contra esas rociadas de vitriolo desde un helicóptero? Nada más que la sana reacción instintiva. Por ejemplo, un español sano con Wells en las manos dirá a poco andar: “Yo soy un caballero español (como dice la zarzuela) esto no va conmigo”; un argentino educado dirá: “Esto es yoni; nosotros no somos yonis”; y (como dice la misma zarzuela) “Quien no piensa así / No ha nacido bien”. Aunque elemental, ésa es una defensa. Y eso es “nacionalismo”. 

Este siglo que vivimos es el siglo de la gran decisión: los que lleguen a su final, es decir, algunos de los jovencitos actuales, verán algo que para nosotros es categórico, es decir, casi inimaginable. 

Solamente el sentimiento religioso puede hacer superar al humano el instinto nacional: esta proposición es demostrable filosóficamente, como la demostró por ejemplo Bergson al final de su obra Las dos fuentes. La historia, la experiencia y la razón muestran que instintiva y fatalmente el hombre ve como “bárbaro” a todo aquel de sus semejantes que dice “blablá” al hablar —o como oían los griegos y latinos “barbar”. Es decir, que el habla, las costumbres y la idiosincrasia formada por los influjos climáticos y telúricos constituyen una determinación antropológica de suyo no superable, si no es por virtud de una idea-impulso de orden religioso. 

Hay solamente dos cosas en el mundo que son efectivamente internacionales: la Iglesia Católica y la raza judía. Todas las demás cosas son nacionales; y si pretenden ser internacionales, es por razón de una relación con una de aquéllas que son internacionales kat' exojén, o en sí mismas. El mesianismo y milenarismo comunista, por ejemplo, es de origen judío. 

El ideal del internacionalismo es pues un ideal religioso, y por cierto, ambiguo o doble; porque cae bajo las categorías teológicas de “religión verdadera” o “religión falsa”; o mejor dicho, herejía; porque estrictamente hablando no hay “religiones falsas”, hay herejías

El nacionalismo resiste pues a la tendencia herética hacia la creación de un Estado Mundial, basado sobre la extirpación total de la tradición religiosa occidental, que es el Cristianismo. No es necesario que esta actitud brote de la fe; hombres sin fe, como Barrés o Maurras, pueden tenerla; porque se basa al fin y al cabo en un impulso natural, el patriotismo; y en una razón que es también filosófica, a saber: el ideal contrario es imposible naturalmente, y sólo puede ser realizado por la fuerza y la mentira y en forma violenta —y por tanto poco durable—; a no ser que lo realice Cristo mismo, añadirá el cristiano. 

Se puede ser nacionalista a partir no ya de la fe cristiana sino del sentido común. Porque, repetimos, el apego a la patria es instintivo y el amor a la patria, tal como lo ha elaborado nuestra civilización, es una realidad, no una utopía. No puede haber patriotismo hacia el Universo que no sea la adoración del Hombre (del Hombre-Dios o del Hombre-contra-Dios); y no puede dejar de haber patriotismo argentino, español o francés. 

Defendemos la necesidad de la nación. La nación para nosotros es la agrupación natural de los humanos determinada por imperativos espirituales, culturales, históricos y geográficos que son irrevocables. “La tradición ha muerto”, exclama Wells (pág. 1097); nosotros decimos que la Tradición no puede morir: ella es el alma de la historia. 

No se puede llegar a la paz universal destruyendo a aquéllos que han de tener paz entre sí: porque hay un estado de falsa paz o guerra latente que es peor que la guerra declarada; cuya imagen podría ser por ejemplo el Imperio Romano bajo Nerón. No rechazamos el derecho internacional y todos sus progresos posibles; rechazamos el ideal utópico del internacionalismo hereje: masónico, marxista o lo que sea. 

Hacemos un poco un mal papel: aparecemos como impotentes o como reaccionarios. Paciencia. Fuera de la línea de fuerza de nuestro tiempo; fuera de la aspiración secular de la humanidad a una integración armónica del género humano, de la cual han sido bosquejos o bocetos en la historia el Imperio Romano Germánico, la Cristiandad Europea, y hasta el fugaz Imperio Napoleónico; no menos que la Santa Alianza, el Imperio Británico o el Güelfismo italiano: sueño de muchísimos grandes pensadores, e incluso de santos, como Catalina de Siena o Tomás Moro... Aspiración inextirpable de la Civilización. 

No estamos fuera de esa aspiración; estamos en contra de su mala realización; de los malos planes actuales que, o bien son irrealizables, o bien son realizables solamente en forma de tiranía atroz, de un Imperialismo elevado a la 10ª o a la 666ª potencia, como nunca el mundo ha visto otro igual. 

Cultivar la nación es necesario, incluso para llegar a la Super-Nación. Por ejemplo, si nosotros somos muy poco unidos con los chilenos o los uruguayos, no es por ser demasiado argentinos, sino por ser muy poco argentinos. Ahondando en la argentinidad es la única manera de llegar a la raíz común, al vínculo natural-maternal. Por Martín Fierro se va al Quijote y al Cid.

Un “internacionalista” de ésos ha dicho: “Se quejan de que el argentino no tiene más ideal que el de hacer plata; pero ¿qué se puede hacer aquí más que hacer plata... para irse a otra parte?”.

Bien. Pero si se realiza su ideal, caro A. Y., ni siquiera existirá la Otra Parte.

La tierra que el hombre sabe, ésa es su madre

 

                                                P. Leonardo Castellani

(Publicado en el Nº 58 de Dinámica Social (junio de 1955).)